“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”
Sabia
reflexión la del viejo barbón. Nos viene de perilla para este artículo que
pretende articular estos dos momentos de la concertación y la nueva mayoría,
que tiene como eje el arcoíris eunuco.
La tragedia de la Concertación
Corría la
década del ochenta y la juventud popular hervía en ganas de pirar al tirano. El
Pueblo en Llamas hacía su estreno heroico en las jornadas de protesta del año
83. Rápidamente el fuego de las barricadas y las piedras de las hondas se transforman,
pegándose un salto cualitativo en el fuego de las armas de la vida y la osadía
de quererlo para todos todo. En el año 82, del empate entre los cojonudos
militantes del MAPU y la juventud popular surge el Movimiento Juvenil Lautaro,
dando sus primeros pasos en la Malaquías Concha, la San Gregorio, la Joao
Goulart, en las combativas calles de La Granja. Un año más tarde el PC se
decide a formar un aparato militar: el FPMR.
El asunto es
que los populares íbamos por más, los sueños de una vida distinta, tranquila y
propia se traían al aquí y ahora, las aspiraciones del pueblo chileno crecían
en ambición de quererlo todito.
Por el año
1988 se crea formalmente la archiconocida Concertación de Partidos por la
Democracia, transformándose rápidamente para la institucionalidad en un
interlocutor válido que posibilitaría a la dictadura tomar una posición
secundaria, sin ver desmoronarse su remozado País de los Negocios. Por otro
lado, la naciente coalición se auto erigió sobre los hombros de todo el
recorrido de lucha popular para ir pactando una “transición política a la
democracia”.
En términos
discursivos la Concertación se publicitaba como el cambio, el corte histórico
que repondría la democracia y la justicia, dejando atrás el oscurantismo
dictatorial bajo el eslogan del arcoíris y “la alegría ya viene”.
El punto es
que después de 20 años de gobierno la alegría nunca llegó… hubo justicia en la
medida de lo posible, justicia cagona. Hablábamos en ese entonces de una
democracia de cristal, la que si se toca con necesidades de pueblo se rompe.
Nunca hubo cambios, por el contrario, se dedicaron a perfeccionar la “obra” de
la dictadura y a llenarse los bolsillos.
Del arcoíris y
la alegría pasaron a “la oficina”, organización creada para fomentar la
traición, la delación y la represión en contra de los revolucionarios, mientras
importaban desde Alemania la Cárcel de Alta Seguridad (CAS), experimento
fallido para aniquilar las vidas y las ganas de una generación de
revolucionarios. Así es como la concerta confirma su pacto con la dictadura y
cruza para siempre la frontera hacia el país de los negocios.
La
concertación pasará a la historia como la coalición que blanqueó a la dictadura
a costa de la traición de las aspiraciones de una vida distinta y mejor de todo
un pueblo que sangró y luchó. Ahí estaría la tragedia. Su legado es de la
traición, el choreo, la estafa y las migajas.
La farsa de la Nueva Mayoría
Como
lautarinas y lautarinos desde 1998 que venimos evidenciando un cambio de época
a nivel mundial, el cual se va manifestando en diversos hitos, siendo el más
potente el chancacazo a las torres gemelas como el grito de chatura con la
democracia y el progreso yankee. Por estos lares también se ha dejado sentir,
principalmente a través de la juventud popular en el 2001 con el mochilazo, el
2006 con la revolución pinguina y el 2011 con el desate contra el lucro. Pero
no solo son los estudiantes, también en el movimiento de los trabajadores se ha
ido incubando un nuevo sindicalismo que rápidamente ha ido superando los
poquitos y los no se puede, a punta de paros y huelgas. También los pobladores
a lo largo y ancho del país popular, luchando por vidas dignas y plenas.
Hoy, después
de maquillarse y pedir perdón, se presentan nuevamente bajo este manto de la
Nueva Mayoría, vienen llenos de promesas y un programa que se queda en puros
titulares, pretendiendo hacerse representativos de las luchas populares que
irrumpen en esta nueva época. Pretenden revivir el arcoíris de sus tiempos
mozos, solo que esta vez el arcoíris es eunuco, carente de futuro y por lo
tanto impotente. Los tiempos no corren como para seguir comprándole a la
concerta.
Su apuesta es
a “reencantar a la ciudadanía”, a institucionalizar la rebeldía desatada por la
juventud popular, a encontrarle un nuevo relato al capitalismo que sea capaz de
convencer y generar adhesión, recomponiendo las grietas abiertas en la
hegemonía del bloque dominante. Todo esto a punta de bonos y reformas que no
inciden en la cotidianidad de millones de populares y mapuche. El arcoíris eunuco es un nuevo artilugio pensado para
los intereses de unos pocos, es una coalición “pegada con moco” motivada por
los cuoteos de poder. No son más que una farsa.
Desde esta
trinchera decimos: no somos “ciudadanos empoderados”, somos sujetos con
historia y voluntad, somos pueblo capaz y no le compramos sus nuevos cuentos de
arcoíris eunucos y alegrías truchas.
Lo nuestro
es hacernos como Pueblo libre, feliz y
de vidas plenas, para eso no hay dogmas ni fórmulas, sino que lucha creativa,
agigantándonos y haciéndonos Revolución.